Tuesday, July 26, 2022

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Juguetes e historietas. Elementos culturales en México. Conversatorio en el Museo del Estanquillo CDMX, organizado por Artes9. Texto leído por Eduardo Soto, director del Museo de la Caricatura y la Historieta, (MUCAHI BASSOCO, Anenecuilco, Mor.) Para Nidia Eréndira Soto Valle. En todas las sociedades del mundo el juego y los juguetes han jugado un importantísimo papel en la formación cultural de sus integrantes, México no es la excepción. El juego y los juguetes irradian felicidad, alegría, sonrisas y risas, por muy simples que sean activan los mecanismos no solo de disfrute sino también los de la inteligencia. Estas placenteras reacciones no son exclusivas de la niñez, un testimonio palpable de esta aseveración nos tiene aquí reunidos. En la niñez mexicana posterior a las cruentas y militarizadas etapas del siglo pasado, algo que igual proporcionaba entretenimiento, curiosidad, diversión, felicidad y alegría fueron precisamente las historietas. Presentadas generalmente en tiras de unas cuantas escenas, ocupaban inicialmente un suplemento “cómico” infaltable en la edición de los domingos de todos los periódicos de circulación nacional, después como ya sabemos evolucionaron a los revistas de monitos. De alguna manera las publicaciones eran una especie de juguetes, cuyo juego consistía en la lectura de su contenido, quienes no sabían leer igual las leían a su manera, pues sabido es que las imágenes también son objeto de lectura, y bueno no pocos hemos escuchado hasta el cansancio eso de que… “yo aprendí a leer porque quería leer historietas”. En las primeras revistas de “Chamaco” (nacida en 1936) en sus páginas centrales aparecía un “juego” recortable. Esto es aparecían personajes y la escenografía (por citar un ejemplo) de un “nacimiento”. Las indicaciones invitaban a recortaban las piezas, pegarlas en un cartón y a las figuras ponerles un soporte en parte de atrás y “zas” ya habías creado tu propio “nacimiento tridimensional” con todo y su María, José, el niño dios, su mulita y su bueyesito. En otras publicaciones de Chamaco ya en los cuarentas, también en cada número aparecía una pieza recortable, para finalmente ensamblar ya un avión o un curiosísimo automóvil. En otras revistas, no faltan rompecabezas, crucigramas, sopas de letras, o el clásico “encuentre usted la diferencia”. Los plásticos no tardaron en invadir la industria del juguete, de la historieta surge Santo con su mano extendida al frente. También estaba el Llanero solitario y “Toro” con sus arqueadas piernas que se ensamblaban perfectamente sobre los caballos en posición de veloz carrera. Estos juguetes se adquirían fácilmente con unos cuantos centavos. La historieta también contribuyó con la confección de una gran cantidad de álbumes. En las publicaciones de Novaro los hubo de los personajes de sus línea de comics infantiles, de los integrantes de los equipos de futbol, y claro no faltaron los de temas históricos, estos últimos también los hubo en Editorial Argumentos. Todas las tiendas de las esquina tenían su negocio de las estampitas, tu máximo anhelo era llegar a llenar la planilla para intercambiarla por la máscara y capa de Batman o de tu luchador favorito. La historieta también convirtió al lápiz en un poderoso y mágico juguete. Una legión de infantes trasladaba sus personajes favoritos a sus cuadernos escolares. Entre las notas de la tarea, sumas, restas y divisiones, podías encontrar la figura de El pato Donald, Porky y sus amigos, El pájaro Loco, Fix y Foxi, El conejo de la suerte, La pequeña Lulú, Kaliman, Memín Pinguín… y párele de contar. El simple lápiz te transportaba al juego de la creación, podías interactuar con tus personajes, hacer tus propios “crossover” y lo más emocionante, te conducía al juego de la creación… De repente descubrías que tú podrías formar parte de ese universo mágico de la historieta. Un preciado sueño que en muchos de nuestros amigos lograron cristalizar. Las historietas y nuestros modestos juguetes fueron parte de nuestra etapa lúdica de formación. La pelota, la resortera, las canicas, el trompo, el yoyo, las dos piedras que se convertían en portería, el palo que convertía en bate, la toalla que se convertía en capa (o en el turbante de Kalimán), todo eso convivía con nuestras preciadas historietas. Yo nací en 1957 en la ciudad de Cuautla, Morelos, el primer juguete que recuerdo es una escoba que era mi veloz caballo, aun no sabía leer pero disfrutaba de La Familia Burrón y Los Supersabios, historietas que veía en la casa de alguno de mis amigos. Mi trabajo final del kínder, fue un álbum que confeccioné con recortes de una historieta de Walt Disney. A los seis años mi pequeña familia se mudó a un paraíso. Aunque no había pavimento, luz eléctrica y solo algunas casas tenían agua potable, a cambio muy cerca teníamos, mucho campo con jícamas, guayabas, ciruelas, mangos, cañas, melones, y lo mejor una alberca particular: “el apantle” un canal de aguas cristalinas que dividía nuestra casa del verde y generoso campo. Tenía unos amigos que tenían una fabulosa colección de historietas, leíamos todo “hasta las letras chiquitas” (me refiero al directorio) pude observar que algunas eran de algunos años atrás, es decir, los niños amantes de la historieta fueron pioneros en eso de “cuidar, conservar y reusar”. En los ochentas los niños con unas cuantas monedas pasaban un buen rato en las “maquinitas”. Nosotros igual con unos cuantos centavos “rentábamos” nuestras historietas preferidas. En promedio las historietas nuevas costaban “un peso” pero había quien te las alquilaba por veinte centavos. Me declaro un ignorante de los juegos digitales que proliferaron a partir antes y después de los tamagochis. Pero eso si me declaro profundamente orgulloso de mi hija que estudió Diseño Industrial en la UAEM, con intercambios en la UNAM y la UAM Azcapotzalco, y que actualmente trabaja diseñando juguetes con programas en tres D.

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